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martes, 5 de abril de 2011

Comedia del Rey Chicato (para Martina y Enrico)

Comedia del rey chicato

Juan Villote

¿Mi señor mandó a llamar?
-pregunta el sirviente, presto,
y el rey lo hace pasar:

Rey Chicato

¡Adelante, fiel Ernesto!

Juan Villote

-Aparte- Este está medio chiflado,
o está ciego de verdad.

¡No soy Ernesto, su alteza,
sino su fiel edecán,
Juan Villote, el que le trae
todos los días el pan!

Rey Chicato

¿Y por qué hoy no lo trajiste?
¡Me estoy muriendo de hambre!

Juan Villote

¡Majestad, está en su mesa:
pancito con queso y fiambre!

Rey Chicato

¡Pero qué gran desparpajo!
¿Insinúas que no veo?
¿Me estás diciendo chicato?
¡Más cuidado o te encarcelo!

Juan Villote

Majestad, no se sulfure,
sólo trato de ayudarlo
a que coma como un duque.
-Aparte- Es muy chinchudo el jovato.

Rey Chicato

¡Basta ya de habladurías!
Serás pésimo ayudante,
porque esta sopa está fría.

Juan Villote

Si mi buen rey me permite
y conserva su alegría,
le explicaré de buen grado
que no hay sopa en ese plato,
sino helado de sandía.

Rey Chicato

Y te atreves a reírte,
sirviente necio. Te advierto
que te daré mil azotes
si no respondes ya mismo
por qué hay un solo cubierto.

Juan Villote

-Aparte- En serio este no ve nada.

Majestad, por San Benito,
tenedor, cuchillo he puesto,
y cucharas, unas cuatro;
lo que usted cree cubierto
es un grisín de salvado.

Rey Chicato

Bueno, bueno, no te pases,
ya suficiente me has dicho,
llama a Ernesto, mi fiel paje,
y llévate este pancito,
que está duro como hierro.

Juan Villote

Es que no es pan, sino vaso,
pero si quiere, lo llevo.
Puede beber de la jarra;
yo, mientras, lo llamo a Ernesto.

Ernesto

-Entrando- ¡Salud, su gran majestad!

Rey Chicato

¡Oh, mi bienquerido Ernesto!
A tu encuentro voy con brío,
a estrecharte entre mis brazos…
Pero, por Dios, estás frío,
y tu piel está muy dura.

Ernesto

Disculpe, su majestad,
le está hablando a una armadura…

Rey Chicato

¡Oh!, buen Ernesto, no aguanto
esta pena que me aqueja:
de amor muriendo me hallo
por culpa de una doncella.

Ernesto

¿Se puede saber el nombre
de esa mujer tan dichosa?

Rey Chicato

Claro, Ernesto, lo confieso:
mi corazón sufre horrores
porque es esquiva a mis ruegos
la bella y dulce Ramona.

Ernesto

¿¡Ramona!? ¡Por Dios, Señor!
¡Si es muy fea, si es horrible!

Rey Chicato

¿¡Cómo dices!?

Ernesto

Que es horrible…
su desdén, su desamor,
y es muy fea… situación
en la que usted se ha metido:
el no ser correspondido
es terrible sensación…

Pero, dígame, mi rey,
¿le ha dicho usted algún día
que la amaba con pasión?
¿Le ha mandado alguna vez
alguna carta furtiva?

Rey Chicato

No, Ernesto, no le he dicho
ni le he hecho saber
por mi boca, mi cariño…

Ernesto

¿Entonces cómo es que sabe
que desprecia su querer?

Rey Chicato

¡Es que no me mira nunca!
Yo la miro y ella, nada,
sólo me muestra la nuca,
y me esquiva la mirada…

Ernesto

Mi buen rey, señor del mundo,
déjame que te la traiga,
y aclaremos este lío:
si es la dama que imagino,
si es la mujer que yo intuyo,
habrá boda antes del alba…


-Y trajo Ernesto a Ramona
hasta la sala del rey,
que lucía su corona
lustrada y puesta al revés-.

Ernesto

¡Mi señor, mi rey magnífico!
Mi deuda vengo a cumplir.
Después de andar mil caminos,
encontré a Ramona al fin:
estaba con su pañuelo
secando sus ojos tristes;
lloraba con desconsuelo
por un amor imposible…

Rey Chicato

Hazla pasar de inmediato.
Tengo prisa, tengo apuro
por contarle que mi amor
es el más grande del mundo.

Ernesto

Yo no dudo de su amor,
el que debe ser sagrado;
más bien dudo de su vista:
tiene a Ramona a su lado.

Rey Chicato

¡Oh, mi amor, mi sirenita,
Al fin estrecho tu cuerpo..!
Pero estás muy delgadita,
y son duros tus cabellos…

Ramona

¡Oh, mi rey, aquí estoy yo!
¡Aquí, yo soy tu Ramona!
Date vuelta, corazón,
le estás hablando a la escoba…

Rey Chicato

Pero, dime, mi Ramona,
sin que esto te cause enojo,
por qué nunca me miraste,
si yo vivía buscando
tus ojos de chocolate…
Y nunca me devolviste
ni un gesto de los que hice
llamándote con los ojos.

Ramona

He visto todos tus gestos,
mi rey, mi amor, mi tesoro,
sólo que los dirigiste,
menos a mí, a cualquiera:
le guiñaste un ojo a un pollo,
a una cortina, a una luz,
a una planta, a un arcabuz,
a un melón y a un inodoro.
Como si eso no bastara,
le dijiste a un candelabro:
“Tu luz, mi dulce princesa,
me ilumina las mañanas.”
Por eso lloraba yo,
creyendo que no me amabas.
Y pasaba mis jornadas
llorando con frustración.

Rey Chicato

Mi Ramona…

Ramona

Muy rey mío…

Rey Chicato

Casémonos ya, mi vida,
y tengamos muchos hijos.
Que no impida mi visión
que nos llenemos de dicha:
la virtud de tu cariño
se ve con el corazón.
Casémonos esta noche,
mi bella y dulce princesa.
Pasará a buscarte un coche
cuando sean nueve y media.
Y yo te estaré esperando
en el medio de la sala.
Me vestiré yo solito
con uniforme de gala.

-Y así celebró su boda
el rey chicato en castillo:
la novia llevaba cola
y el novio iba en calzoncillos-.








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